jueves, 23 de junio de 2011

Indigneishon

Arranca el vídeo y te encuentras al cantante detrás de la batería y "de qué va todo esto", te dices. Provocación. Más allá del mensaje, del ajuar, de los espinosos riffs de guitarra y el marcial golpe de tambor. Cosida en sus caras la nausea del tiempo que les tocó vivir, con las Malvinas en la mochila y Maggie Thatcher entre otras lindezas. Bueno, pues patada a la puerta, a la palanca de la motosierra, al bidón de gasolina, a todas las pintas de negra del mundo reunidas. Cuanta más espuma, mejor.



Rubios, bien nutridos, incluso con una más que digna dentadura. Pero hasta los huevos de que les digan que no son más que unos mimados, maleducados, con un futuro en sus manos que ellos van a deshojar de manera equivocada. En un momento determinado, saldran del barro, cuando sea, como detritus de río, a camara lenta, hacia la desembocadura. Blando tsunami, irán arrastrando lo que encuentren en su camino. Rubios, bien alimentados, con su dentadura. Hasta los huevos.




También creció Mozart oyendo animaladas sobre lo que no tocaba. Por necio. Que esperara a que abrieran las puertas para entrar. Que ellos, los otros, ya habían pasado por ello y que su veteranía les hacía mejores, más sabios y hermosos. Como Mozart, citó a los ángeles para cogerles del cuello y recordarles el catálogo entero de enfermedades que habían prometido desterrar y que se habían pasado por el forro. En aquel incumplimiento halló la fuerza. Se pasó al enemigo, adoptando la forma de su mal preferido. Elefantiasis musical.



Por fin encontraron la avenida que andaban buscando, la de los ladrillos dorados que prometían sacarlos del ghetto. Envueltos en papel de biblia, forrados en versos de evangelio, proclamaron que Martin llevaban mucho tiempo en el hoyo. Demasiado. Que sí, que les habían quitado las cadenas pero para convertirlos en bufones de la corte. Un momento de lucidez negra. "Y ahora te la cantas tú, blanco sucio hijodeputa", gritaron haciendo uso de una cornucopia después de vaciarla de lujuria y riqueza. Los versículos, aquellos que fueron primera lección, ahora decoran sus lavabos de oro y mármol. El gospel se lo dan a comer a sus perros rabiosos de religión. Eso.



Principalmente vida de carretera, café malo y una persecución sin fin. La felicidad, en el mejor momento de la historia moderna, no ceja de respirar en nuestros cogotes. Con esa profusión de azul Ektachrome, de informal mezclilla en el cuerpo, con esas sonrisas repintadas, tocadas por una bonita pamela. La felicidad de todos que sólo unos pocos van a disfrutar. Los restos de la fiesta van directos a la basura. Aunque digan que no existen, son. Están ahí, en los márgenes de esa pantalla que nos han cosido a los ojos. Ataviados de azul, caminando en fila, con tobillos encadenados. No son sólo esos. Somos todos. Desde el corazón de un invierno nuclear.



En la vorágine del british pop rock, John Lennon había convertido su nariz aguileña en objeto de adoración, los Stones habían mellado hasta la última de sus navajas queriendo ser los más malos. Donovan había encandilado a la última madre del Imperio Británico con la broma esa de fumar piel de plátano. Las chicas volaban a las farmacias a por anfetamina para sus dietas de cintura de avispa. Hasta el ácido estaba bien valorado, como análisis del auto-conocimiento. Que más? Pues que alguien debía salir por la izquierda a contar unas cuantas cosas sobre los verdaderos working class heroes. Y que se dejaran de tonterías, que no todo era tan azul y bonito.

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